Morgana. (Eva Green en la serie de tv Camelot)
MORGANA. LA BRUJA
Esta semana continuamos con el segundo de la serie de tres artículos dedicados a conocer a Morgana y a su historia, y a comprender su influencia en la mentalidad pagana actual.
Si por algo se la conoce en la cultura popular, es por sus grandes habilidades y su dominio sobre la magia. Es la Hechicera Morgana, La Bruja. De todas las Diosas Oscuras relacionadas con la magia, Ella es la máxima exponente del arquetipo y a través de Ella y del cambio al que es sometido su personaje a lo largo de su historia, vemos reflejado la evolución que sufrió la imagen de las brujas en el mundo, y más profundamente el de la mujer en general, a lo largo de los siglos. La Gran Sacerdotisa poderosa, reina de una Isla maravillosa y dotada con grandes dones y habilidades, entre ellas la de sanar, pasa a convertirse en una mujer, primero semi demonio y simple mortal después, malévola, vengativa, cruel, sádica, lujuriosa y lasciva, ávida de poder y llena de celos.
Porque esa es la imagen que quedó de las brujas cuando el cristianismo terminó de definirlas. Mujeres de carácter débil que se dejan engañar y seducir por el diablo, envidiosas, rencorosas, astutas y taimadas, promiscuas y ambiciosas, crueles y sádicas y obsesionadas con arrebatar el poder a los hombres.
Morgana es, más que ninguna, la representante de la evolución de la mujer sabia y poderosa en la mentalidad patriarcal. Es la heredera de la época de las Grandes Diosas Madres que fueron adoradas en toda Europa y cuyas principales sacerdotisas hoy se sabe que eran mujeres. Ya he comentado en otros textos cómo la ciencia ha demostrado que la mayoría de las pinturas rupestres que cubren las cuevas de nuestro continente fueron pintadas por mujeres. Y nuevos yacimientos, estudiados bajo el prisma de la mentalidad del s. XXI, han puesto de manifiesto que en épocas Neolíticas y anteriores no había un reparto de tareas significativo entre sexos. Así que la imagen que se nos ha enseñado sobre las tribus prehistóricas, en las que se ve a los hombres cazando y a las mujeres en la cueva cuidando de los niños y cocinando, no es cierta. Hay evidencias de que las tareas eran mas bien mixtas, incluidos los cargos de poder y religiosos. De hecho, estos últimos parecen estar más orientados a lo femenino. Lo cual no es de extrañar, por otro lado, porque teniendo en cuenta que es la mujer la que crea la vida, la que la forma en su vientre y la que después da a luz al bebé, es lógico que, en la mentalidad de la época, la mujer estuviese más vinculada con el mundo espiritual al ser la puerta a este mundo, y su ciclo menstrual, tan vinculado a la luna, considerado otra conexión con lo intangible.
El problema que tenemos con la Historia que conocemos y la Historiografía es que, desde que comenzó la escritura, son los hombres los que rigen el mundo. Es el patriarcado el que ha escrito la Historia que conocemos. Y todas sabemos que la Historia la escriben los vencedores. Durante mucho tiempo se olvidó que no siempre había sido así, y cuando la Humanidad por fin empezó a estudiar su pasado, lo hizo desde una mentalidad patriarcal y judeo cristiana. Es decir, dando por hecho que desde que la especie comenzó, sólo el hombre había ostentado puestos de poder y sólo el hombre había dirigido pueblos. Simplemente ni se les pasó por la cabeza que pudiera haber sido de otro modo, así que todo descubrimiento, todo nuevo hallazgo fue estudiado y comprendido a través de la mentalidad patriarcal. Incluso ya en el pleno s. XIX y XX, los antropólogos que estudiaban otras culturas indígenas no daban importancia al papel femenino, limitándose a contar lo que encontraban curioso o llamativo, pero sin dar más relevancia a toda actividad o hecho que ocurría ante ellos, tan sólo por tener a mujeres como protagonistas. Por eso es muy posible que se haya perdido muchísimo conocimiento simplemente porque los hombres no fueron capaces de verlo. Es ahora, cuando la igualdad de género es un tema importante, cuando se empieza a vislumbrar un pasado diferente del que nos han contado. Y es ahora cuando empezamos a ser conscientes del proceso que han sufrido aquellas Diosas prehistóricas, derrocadas, desterradas y condenadas al olvido y que, sin embargo, pervivieron en las leyendas, como la de Morgana.
Las Grandes Diosas de la Vida y la Muerte nos acompañan desde hace unos 40.000 años. La llevamos inserta en nuestro código genético y en nuestra memoria ancestral. De una forma u otra siempre acabamos regresando a Ella, cambiando su nombre, cambiando sus atributos, incluso cambiando su carácter divino, pero siempre encontramos la manera de regresar a Ella. Pese a sus continuados intentos, las religiones patriarcales no han podido desterrarla del todo. El pueblo seguía añorando una deidad femenina a la que llamar Madre, y por eso surgen sustitutas como santas, vírgenes, esposas y madres de profetas… Estas religiones ofrecen la alternativa. No Diosas en sí mismas, pero sí mujeres cercanas a la divinidad. Pero hay un problema con ellas, y es que no tienen poder por sí mismas. Son mujeres sometidas al Dios varón, obedientes, sumisas, un ejemplo aleccionador para las demás. Son la mujer aceptable.
Y en el lado opuesto se encuentra la otra, la mujer que no es aceptable. La que se enfrenta al Dios varón y sus leyes creadas por y para hombres. Y aquellas antiguas Diosas demasiado poderosas y demasiado importantes en la mentalidad de las gentes se ven convertidas en demonios y sus Sacerdotisas en brujas. Desobedientes, pecadoras, malignas… el ejemplo de lo que una mujer no debe ser.
Esta dicotomía la vemos claramente en el ciclo artúrico. Al principio Morgana es un ser benéfico, sanadora, soberana y poderosa… y otros personajes femeninos con distintas naturalezas van apareciendo y tomando importancia en el mito: la hermana de Arturo, Morgause, madre de Gawain y en algunos relatos madre de Mordred… Anna, asimilada con Morgause… Elaine, hermana tanto de Morgana como de Morgause… Aparece también Nimue, uno de los nombres de la Dama del Lago y amante de Merlín, al que traiciona y encierra para siempre mediante un hechizo. Aparece Viviana, otro de los nombres de la Dama del Lago y personaje benefactor de Arturo y sus caballeros. Y aparece Ginebra, esposa infiel de Arturo, cristiana y enemiga directa de la pagana Morgana.
Casi todas estas mujeres van desapareciendo del mito, siendo casi todas ellas asimiladas por Morgana. Y, dato curioso, en el caso de Nimue, (que es asimilada por Viviana siendo ambas la Dama del Lago) su traición a Merlín se le acabará atribuyendo a Morgana ya en el s. XX a través del filme Excalibur, construyendo la imagen del mito más famosa hoy día entre la gente común. En Morgana se acabarán reuniendo todas las cualidades malignas de estos otros personajes, y la esencia femenina en el mito quedará reducida a una tríada, Viviana – Morgana – Ginebra, reflejos del arquetipo femenino en el imaginario medieval.
Pero antes de llegar a ello, en un tiempo anterior a que el mito se ponga por escrito, ya se ha producido un primer paso. Todas ellas, las mujeres artúricas con poderes mágicos y hechiceras no aparecen como Diosas o sabias por sí mismas. Ni siquiera Morgana en su origen como reina de Avalon. Por el contrario, todas ellas son discípulas de Merlín. Todas le deben su conocimiento mágico y su sabiduría a él. A un hombre. Ya se les ha despojado de su poder personal y su sabiduría innata. Ahora todo lo que las hace especiales les ha sido entregado por un hombre, un mago, Merlín. Al que nunca se le cuestiona su poder, mientras que ellas son juzgadas continuamente por ello y por el uso que hacen de su magia.
Cuando llegamos al momento en el que se ha establecido ya la tríada, será Morgana la depositaria de todos los rasgos negativos y cuestionada por el mal uso de la magia y el poder. Es mujer, poderosa, independiente, sabia, no teme expresar sus sentimientos sean cuales sean, su libertad sexual es de todos conocida y su ambición también. Ninguno de estos atributos es negativo, todo lo contrario, delatan a una mujer fuerte y empoderada. Pero todos ellos son rechazados por la Iglesia, porque una mujer no debe ser así bajo su punto de vista. Y, además, Morgana es una bruja que no duda en usar sus poderes cuando lo considera necesario y, encima de todo, es pagana. Para la Iglesia y la sociedad medieval esto es casi lo mismo que ser un demonio. Y para terminar de rematar su evolución, además de arrebatársele su bondad, su generosidad, su soberanía y su poder legítimo sobre un reino perfecto, le arrebatan también su belleza. Ya no es la más bella de nueve hermanas. Ahora es una mujer horrible, de una fealdad repugnante que, sin embargo, se cubre con un hechizo mágico para parecer hermosa a ojos de los demás y seducir así a incautos reyes y caballeros.
Y frente a ella está Viviana, también sabia en conocimientos mágicos y dotada de poderes maravillosos aprendidos de Merlín, pero en Viviana se toleran porque los usa en beneficio de Arturo y Camelot, en beneficio de los hombres. Y con el tiempo, Viviana se acercará al cristianismo. Todo esto hace que se convierta en la antítesis mágica de Morgana. La bruja blanca contra la bruja negra. La Luz contra la Oscuridad. Pero cuando lo estudiamos detenidamente comprendemos que esa luz es sumisión y anulación de la femineidad, mientras que la oscuridad es la libertad. Es la mujer reclamando lo que le pertenece, su conocimiento profundo de la magia, su derecho a gobernar tanto el mundo como su propia vida, su privilegio de elegir y tomar los amantes que deseé. La oscuridad es donde está su propia soberanía.
Y en el otro vértice del triángulo está Ginebra, la esposa cristiana. La reina legítima. La que pretenden hacer ver como la mujer perfecta y que termina siendo infiel y malvada con su propio género. La que prohíbe la felicidad de Morgana alejándola de su amor, Guiomar, y la que, al final, provocará la caída de Camelot.
Mientras Morgana, con toda su maldad, su odio y deseos de venganza, será siempre, en casi todas las versiones, la que al final acuda en su barca para salvar a Arturo y llevarlo con ella a Avalon.
Nos encontramos dos conceptos muy claros y muy interesantes en el mito que se aplican ahora a los tiempos que vivimos. El primero es la dualidad de luz/oscuridad y el segundo es el concepto de la magia, la brujería, como herramienta empoderadora de la mujer.
El primero de ellos, ese enfrentamiento entre Viviana y Morgana está muy presente en el paganismo actual y también fuera del paganismo, pero aún dentro de los círculos mágicos y espirituales. Vosotras mismas lo habréis visto. Todo lo que hace referencia a la luz se considera positivo, lo apropiado. Y todo lo referente a la oscuridad se considera maligno, negativo. Hay brujas de luz, abrazos de luz, servir a la luz, todo es color y brillo y arcoíris y luminosidad. Tanta, que nos ciega y dejamos de ver la realidad: y es que es la luz la que crea las sombras. En la Oscuridad no hay sombras. Y debemos recordar que el estado natural del Universo es la Oscuridad.
Este concepto de que sólo la luz es buena es algo que nos enseñan desde niñas, por lo que cuesta mucho romper con la idea. Pero cuando por fin nos damos permiso para seguir nuestra intuición y nuestra inclinación natural descubrimos que, muchas de las cosas que son tachadas de oscuras en realidad son aquellas prohibidas por la Iglesia, sobre todo, a las mujeres.
Oscuro es todo aquello condenado a no verse, todo lo que se ha prohibido, todo lo que hay que hacer a escondidas u oculto a ojos de los demás para no ser castigados por ello. (No me refiero aquí a delitos o a herir a otras personas). El cristianismo es una religión basada en la recompensa tras la muerte, según sus creencias este mundo es “un valle de lágrimas” al que hemos venido a sufrir. Cuanto más sufre una persona, más se merece la recompensa de la vida eterna en el paraíso. Cuanto más se sacrifica, más digna y buena es. Cuanto más se tortura a sí misma, más devota y buena cristiana es. El cristianismo ofrece el paraíso en el otro mundo, y les dice a sus devotos que aquí deben sufrir y aguantar ese sufrimiento porque Dios lo quiere así. Esto les venía muy bien a los nobles, ya que el campesinado aceptaba su suerte por imposición divina y así no se rebelaban. Es la división social de los tres órdenes: la clase de los guerreros, la clase de los religiosos y la clase de los labradores y trabajadores. Pero para lograr esto, que se aceptase el destino que a cada uno le había tocado en suerte por gracia divina, había que impedir que la gente fuese feliz aquí. Porque si la gente encontraba alegría, felicidad y diversión en la vida terrenal, el paraíso ya no parecería una recompensa tan apetecible a cambio de trabajar y servir sin descanso. Y la única manera de hacer que las personas renunciasen a todo aquello que les hacía felices era convertirlo en maligno, en trampas que el demonio nos tiende para hacernos caer en sus redes. Convertirlo en pecado. El sexo se consideró pecado y se prohibió salvo para procrear y dentro del matrimonio, y sólo ciertos días al año. Se prohibió el placer. El cuerpo se consideró pecaminoso y todo lo relativo a él también porque conducía al placer. La música se prohibió, sólo se permitía la religiosa. Las fiestas se prohibieron, en algunas épocas hasta la Navidad se prohibió. Todo lo que hiciera que la gente se sintiera bien, estaba prohibido. Todo era pecado.
Y las antiguas religiones, las antiguas Diosas, los antiguos cultos paganos fueron declarados diabólicos. La magia se prohibió. Porque la magia habla de poder personal, porque el paganismo celebra la vida en la tierra y tras la muerte había otra vida, a veces en esta misma tierra y a veces en otra, llena de placeres similares a los que se conocían en vida. En algunas no había nada tras morir, por lo que había que disfrutar mientras se estuviese vivo. Los cultos paganos vinculados a la tierra celebraban los ciclos de la vida con sexo, con risas, con baile y, sobre todo, con libertad. Por eso nunca se ha conseguido acabar con las brujas y por eso las hay en todos los países y en todas las culturas del globo. Durante la época de las hogueras morían millares de mujeres por falsas acusaciones. Ser mínimamente diferente, comportarse de la forma más levemente extraña conllevaba el riesgo de ser acusada y quemada o ahorcada. Y aún así, a pesar de enfrentarse a la posibilidad de una muerte segura, las brujas continuaron existiendo y reuniéndose, continuaron creyendo en las Diosas de sus antepasadas y continuaron compartiendo sus conocimientos. Y lo hicieron en la Oscuridad, bajo la luz de la luna oscura que no podía delatarlas, en los rincones más oscuros e inaccesibles de los bosques, en las cuevas más húmedas y profundas. En todos aquellos lugares que les brindaban refugio y seguridad. No renunciaron a la magia y a las Antiguas Costumbres, porque sólo en ellas encontraron la oportunidad de ser quienes eran, la libertad de sentir, de poder elegir, de conservar lo que una vez fueron. Ser brujas podía llevarlas a la muerte, pero era lo que aún las hacía sentir vivas. Para todas aquellas que tuvieron que esconderse para poder seguir siendo, la oscuridad fue su hogar. La Oscuridad era la libertad.
Por eso hoy día la magia es tan importante para empoderar a las mujeres. Porque para ser brujas hay que aceptar que el poder con el que trabajamos proviene de nosotras mismas. Ningún diablo nos lo entrega a cambio de ningún pacto. Ningún hombre es nuestro maestro ni responsable de nosotras como si fuéramos niñas. Una bruja es consciente de que todo depende de ella, su conocimiento, su sabiduría, su vida. Todo depende del uso que haga de su propio poder. Tanto lo bueno como lo malo. La magia nos entrega nuestra propia libertad para ser, para crear, para sentir y tomar decisiones. Y una vez comprendemos eso, que sólo nosotras somos responsables de nuestra vida, ya nadie puede volver a domarnos.
Y es entonces cuando somos como Morgana. Independientes, poderosas, libres, sabias. Brujas.
Indómitas.
Hyedra de Trivia
(Eva Hyedra López)